El edificio, está formado por volúmenes que en su expresión exterior semejan un gran código de barra, logrado a través del juego entre materialidad de los productos, color y forma.
El desarrollo de los colores implicó un trabajo conjunto de Hunter Douglas y los arquitectos de la obra. El proyecto comenzó con una proposición por parte de los arquitectos, y para llevar la idea a la realidad se invitó a los profesionales al laboratorio de colores de Hunter Douglas donde se trabajaron posibilidades concretas y muestras de diferentes colores hasta llegar a aprobar un degradé de 65 colores que comienza en el azul y termina en el amarillo, pasando por violeta, rojo y naranja.